EL PAÍS – 6 de Febrero de 1982
Amancio
Prada, en el Español: idioma y canción
Eduardo Haro
Tecglen
Amancio Prada mantiene una buena y difícil
lucha: restituir el valor de la canción poética en idioma castellano. Se sabe
que en la canción, la música, la cadencia, el ritmo, dependen originariamente
del idioma en cuyo ámbito se inventan. Está sucediendo aquí, y desde hace
tiempo, que a músicas importadas, universalizadas muchas de ellas, se les pone
letra castellana, con una torsión insoportable para el idioma: desplazamiento
de acentos, fragmentación de la oración sintáctica, supresión de finales e,
incluso, pro parte de los cantantes, una cierta imitación de la prosodia y la
tonalidad del idioma original para producir una imitación mejor y para
ajustarse a la composición.
Se puede añadir otro vicio creciente: el de
las “letras” no poéticas, ni siquiera correctas, que inventan algunos músicos
jóvenes para evitar el pago de derechos de autor a un “letrista” con mejores
dotes.
El efecto de todo esto es demoledor para el
idioma en este medio, que es el que recibe y repite una parte muy considerable
de la juventud. La introducción de nuestro vocabulario en moldes rítmicos
hechos para idiomas de palabras generalmente monosílabas, que quedan rotas, y
descoyuntadas, la falta de atención al discurso poético mediante letras que son
poco más que “monstruos” están creando una situación difícil.
En este tipo de canciones, la voz se ha
convertido en poco más que un sonido; pero como, al mismo tiempo, es portadora
inevitable de palabras y esas palabras a su vez de un pensamiento, por
rudimentario que sea, la deformación final en el oyente termina perjudicando al
lenguaje –ya tan vulnerado- y la coherencia del pensamiento.
Amancio Prada va por el camino inverso.
Arranca de la poesía, clásica o contemporánea : vocaliza, pronuncia, interpreta en el sentido más profundo de
esta palabra. No se pierde una sílaba; sostiene el discurso lírico, lo expresa.
La música que compone para esta poesía tiene la virtud de recoger las esencias
tradicionales y no rehuir la contemporaneidad en la composición- Muchas veces
sacrifica incluso el brillo musical para mayor gloria del verso; sobre todo, en
el Cántico espiritual, de san Juan de la Cruz, en el que su música –su
guitarra, su voz, el violín de Rafael Villanueva, el violoncello de Tomás
Garrido- se convierte en una base, un continuo , un subrayado y a veces un
comentario entre dos estrofas. Más libre está su inspiración en el grupo de
canciones que forman la primera parte de su recital en el teatro Español ( la
segudna está dedicada íntegramente a san Juan de la Cruz) acompañado por el
violín de Fermín Aldaz y el acordeón de Cuco Pérez: de Juan del Enzina a
Agustín García Calvo, este cancionero supone una continuidad en la tradición de
una amplia zona geográfica de Castilla y León a Galicia.
Amancio Prada y sus músicos impresionaron
mucho al auditorio, que escoltó su recital con “bravos” y ovaciones.