Mi primer recuerdo de Amancio Prada es remoto. Era sólo un nombre, el
de un cantautor inusual leonés que, como yo, buscaba en el París de
finales de los años 60 caminos nuevos para su Arte. Su nombre lo
mantengo, en aquella memoria temprana, junto a los de algunos otros
escritores que en aquellos años forcejeaban por abrir fuera nuevos
caminos para la cultura española.
Luego, unos años después, llegó
ese momento en el que cada cual se reveló con una obra emblemática. En
el caso de Amancio Prada, al menos para mí, esa revelación se dio con su
versión del “Cántico espiritual” de Juan de la Cruz, uno de los poemas
más hermosos y emblemáticos de la poesía no ya española, sino universal.
El “Cántico” es un poema único por misterioso, intenso, heterodoxo,
turbador y como letra para un músico no responde al cómodo verso de arte
menor, monocorde o circunstancial de otros textos musicados.
El
reto era muy difícil, pero Amancio lo superó con una inspiración musical
que, hasta el día de hoy, resiste el paso del tiempo. Es más, su
versión del “Cántico”, como la voz del cantante, han ido ganando con los
años –como los buenos vinos– en calidad. No existe prueba mejor y mayor
para una obra de arte que la de superar la prueba del paso del tiempo.
En el caso de esta obra primera la superación de la prueba ha sido incuestionable,
hasta el punto de que, con su versión, él nos ha ofrecido una nueva
lectura del poema. De ahí, como yo he dicho y repetido, que ahora
poseamos dos versiones del “Cántico”: la del texto sanjuanista y la
musicada por Amancio. Las dos son verdaderas y se complementan y
enriquecen mutuamente. Son muchos también los que han llegado a una
mejor lectura del poema –estudiantes sobre todo– a través de la versión
musical.
De esta resistencia al paso del tiempo ha sido, sin duda,
la mejor prueba la interpretación que Amancio Prada nos ha dado de esta
obra culminante el pasado día 18 de septiembre en el Auditorio Juan del
Encina de la Universidad de Salamanca. La ocasión tampoco era baladí: el
concierto se celebraba dentro de los actos del Octavo Centenario del
nacimiento de la Universidad salmantina y de su fundación por el rey
leonés Alfonso IX.
Pero en esa fecha señalada, por la mañana, se
celebró en la ciudad otro de los actos conmemorativos que consistió en
la presencia de 250 Rectores de universidades de todo el mundo que se
reunieron en el Paraninfo bajo la presidencia de los Reyes de España y
que luego desfilaron, en compañía de una amplia representación de
Doctores de la Universidad por las calles de la ciudad.
Presencia,
pues, en el concierto de Amancio Prada por la tarde de esa
representación de Rectores, de ese selecto público que recompensó la
actuación del artista con una prolongada, inusual salva de aplausos. No
era posible contar con un público más selecto y objetivo para valorar
esta nueva interpretación del “Cántico” sanjuanista, ayudada en esta
ocasión por el Coro de Radio Televisión Española, y con dos solistas –un
violín y un violonchelo– muy especiales.
Pero con darse estas
condiciones únicas, la prioritaria fue la propia interpretación de
Amancio Prada, con su voz más vigorosa y madura que nunca, llena ahora
de nuevos matices con un acompañamiento vocal e instrumental de lujo.
En varias ocasiones hemos escuchado que Amancio Prada “es el último de
los juglares españoles”. A mi entender, la labor de este autor va más
allá de tal denominación, pues desde su objetividad vocacional ha sabido
librarse de aditamentos de carácter sociopolítico o circunstancial que
han arropado a otros cantautores.
Como en el caso de la pensadora
María Zambrano –por otros caminos, claro– Prada ha sabido ser, ante
todo, fiel a la poesía como fenómeno anímico, espiritual, existencial,
sin mistificación alguna. Y fiel a los poetas. Ha sido sin más fiel a
ese género literario que también es algo más que un género literario.
Porque no hay vida sin poesía ni poesía sin vida. Amancio Prada lo sabe y
ha sido fiel a lo esencial: comunicarnos la poesía, sí, como un juglar,
en las calles, plazas y auditorios, pero a la vez ofreciéndonos una
hermosa prueba de amor a la poesía y a los poetas.
De ahí que el
concierto celebrado días pasados en Salamanca haya sido especial por
muchas razones, pero a la vez porque ha venido a reconfirmar lo que es
la trayectoria de un artista verdadero y por libre. Todo lo que ha
logrado se lo debe a su voz y a ese amor órfico, don que el Destino le
concedió desde la música y la palabra inspiradas.
(publicado en la página de facebook "Amigos de Antonio Colinas" el día 24 de septiembre de 2018)