"... Por haberse, pues, estas canciones compuesto en amor de abundante inteligencia mística, no se podrán declarar al justo, ni mi intento será tal, sino sólo dar alguna luz (en) general, pues Vuestra Reverencia así lo ha querido. Y esto tengo por mejor, porque los dichos de amor es mejor dejarlos en su anchura para que cada uno de ellos se aproveche según su modo y caudal de espíritu, que abreviarlos a un sentido a que se no acomode todo paladar. Y así, aunque en alguna manera se declaran, no hay para qué atarse a la declaración; porque la sabiduría mística -la cual es por amor, de que las presentes canciones tratan- no ha menester distintamente entenderse para hacer efecto de amor y afición en el alma, porque es a modo de la fe, en la cual amamos a Dios sin entenderle."

San Juan de la Cruz

(Del prólogo al Cántico Espiritual)

Antonio Colinas



Mi primer recuerdo de Amancio Prada es remoto. Era sólo un nombre, el de un cantautor inusual leonés que, como yo, buscaba en el París de finales de los años 60 caminos nuevos para su Arte. Su nombre lo mantengo, en aquella memoria temprana, junto a los de algunos otros escritores que en aquellos años forcejeaban por abrir fuera nuevos caminos para la cultura española. 
Luego, unos años después, llegó ese momento en el que cada cual se reveló con una obra emblemática. En el caso de Amancio Prada, al menos para mí, esa revelación se dio con su versión del “Cántico espiritual” de Juan de la Cruz, uno de los poemas más hermosos y emblemáticos de la poesía no ya española, sino universal. El “Cántico” es un poema único por misterioso, intenso, heterodoxo, turbador y como letra para un músico no responde al cómodo verso de arte menor, monocorde o circunstancial de otros textos musicados. 
El reto era muy difícil, pero Amancio lo superó con una inspiración musical que, hasta el día de hoy, resiste el paso del tiempo. Es más, su versión del “Cántico”, como la voz del cantante, han ido ganando con los años –como los buenos vinos– en calidad. No existe prueba mejor y mayor para una obra de arte que la de superar la prueba del paso del tiempo. 
En el caso de esta obra primera la superación de la prueba ha sido incuestionable, hasta el punto de que, con su versión, él nos ha ofrecido una nueva lectura del poema. De ahí, como yo he dicho y repetido, que ahora poseamos dos versiones del “Cántico”: la del texto sanjuanista y la musicada por Amancio. Las dos son verdaderas y se complementan y enriquecen mutuamente. Son muchos también los que han llegado a una mejor lectura del poema –estudiantes sobre todo– a través de la versión musical.
De esta resistencia al paso del tiempo ha sido, sin duda, la mejor prueba la interpretación que Amancio Prada nos ha dado de esta obra culminante el pasado día 18 de septiembre en el Auditorio Juan del Encina de la Universidad de Salamanca. La ocasión tampoco era baladí: el concierto se celebraba dentro de los actos del Octavo Centenario del nacimiento de la Universidad salmantina y de su fundación por el rey leonés Alfonso IX. 
Pero en esa fecha señalada, por la mañana, se celebró en la ciudad otro de los actos conmemorativos que consistió en la presencia de 250 Rectores de universidades de todo el mundo que se reunieron en el Paraninfo bajo la presidencia de los Reyes de España y que luego desfilaron, en compañía de una amplia representación de Doctores de la Universidad por las calles de la ciudad.
Presencia, pues, en el concierto de Amancio Prada por la tarde de esa representación de Rectores, de ese selecto público que recompensó la actuación del artista con una prolongada, inusual salva de aplausos. No era posible contar con un público más selecto y objetivo para valorar esta nueva interpretación del “Cántico” sanjuanista, ayudada en esta ocasión por el Coro de Radio Televisión Española, y con dos solistas –un violín y un violonchelo– muy especiales.
Pero con darse estas condiciones únicas, la prioritaria fue la propia interpretación de Amancio Prada, con su voz más vigorosa y madura que nunca, llena ahora de nuevos matices con un acompañamiento vocal e instrumental de lujo.
En varias ocasiones hemos escuchado que Amancio Prada “es el último de los juglares españoles”. A mi entender, la labor de este autor va más allá de tal denominación, pues desde su objetividad vocacional ha sabido librarse de aditamentos de carácter sociopolítico o circunstancial que han arropado a otros cantautores. 
Como en el caso de la pensadora María Zambrano –por otros caminos, claro– Prada ha sabido ser, ante todo, fiel a la poesía como fenómeno anímico, espiritual, existencial, sin mistificación alguna. Y fiel a los poetas. Ha sido sin más fiel a ese género literario que también es algo más que un género literario. Porque no hay vida sin poesía ni poesía sin vida. Amancio Prada lo sabe y ha sido fiel a lo esencial: comunicarnos la poesía, sí, como un juglar, en las calles, plazas y auditorios, pero a la vez ofreciéndonos una hermosa prueba de amor a la poesía y a los poetas. 
De ahí que el concierto celebrado días pasados en Salamanca haya sido especial por muchas razones, pero a la vez porque ha venido a reconfirmar lo que es la trayectoria de un artista verdadero y por libre. Todo lo que ha logrado se lo debe a su voz y a ese amor órfico, don que el Destino le concedió desde la música y la palabra inspiradas.

(publicado en la página de facebook "Amigos de Antonio Colinas" el día 24 de septiembre de 2018)



Salamanca 2018